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15 de febrero de 2017. Un sol fuerte, pero que nos permite observar las maravillas del terreno al que nos dirigimos, aguas tranquilas que abrían el camino hacia la dirección indicada, aves dando una serenata como solo ellas saben hacerlo, 300 camaradas en un bote a la expectativa de lo que sería una nueva vida.

 

Llevaba mi uniforme, aquel que me ha acompañado por más de 30 años desde que entré a las FARC, todo decidimos que ese día llegaremos vestidos con lo que dejaríamos de lado. Las botas húmedas y con barro, nuestras camisas sudadas por el sol que nos daba directo, guerreras puestas a un lado mientras todos nos parábamos a ver de lejos a las personas de las zonas aledañas que nos esperaban.

 

¿Nos darán la bienvenida o recibiremos rechazo?, algunos estábamos tranquilos ya que es una zona elegida donde siempre hubo presencia guerrillera, pero otros conscientes de los daños causados a las víctimas, tenían el temor de su corazón de no ser bien recibidos.

 

Llegamos. Entre todos bajábamos lo poco con lo que llegamos, nuestra ropita y unos cuantos enseres. Desconcertado giro mi cabeza al escuchar un grito que dice ¨bienvenidos¨, veo más de 40 personas entre niños, ancianos y adolescentes, todos parados a ambos costados de la vía con banderas blancas hechas por ellos mismos… Mi corazón se desbordó y no pude contener las lágrimas, miro a mis compañeros y veo una sonrisa como nunca antes la había visto.

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Ya con nuestras maletas al hombro empezamos a caminar en medio de las personas, cantando todos juntos el himno de Colombia. Ese transcurso me llevó a sentir cosas que nunca pensé, estaba confundido, mi mente revoloteaba de felicidad y agradecimiento con esas personas, nos mostraron una mano solidaria al final del camino.

 

Al entrar en el Espacio Territorial esa ilusión y alegría con la que veníamos después del recibimiento quedó opacada, pues la infraestructura que se suponía estaría lista para nuestra llegada no lo estaba. Inspeccionamos el lugar para organizar la distribución e identificar cómo empezar a construir. Con el paso de las semanas nos vimoS obligados a volar los candados donde se encontraban todos los materiales de construcción y empezar con nuestros propios medios, ya que nunca recibimos la ayuda ni la atención pertinente por parte del Estado.

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Aterrizar a la vida civil no ha sido fácil, venimos cargados una historia que pesa en nuestras espaldas. Entre todos empezamos la construcción de las 60 edificaciones que teníamos destinadas. Pasábamos los días enteros echando cemento, pala, teja para lograr terminar lo más pronto posible y concentrarnos en los talleres productivos que teníamos la obligación de presentar.

 

Unos meses después, a eso de las 4:00pm, logramos terminar todo. El ambiente estaba tirante, muchos empezaban a dudar si se había tomado la mejor decisión… nos sentíamos solos, sin el apoyo que nos habían prometido en esta transición a la civil. La moral caía, uno de los que llegó con nosotros no aguantó y volvió a tomar las armas, ya que para él era su única garantía.

 

No lo juzgo, somos hijos de campesinos. Solo conocemos el campo y la selva, esa era nuestra vida, la totalidad de nuestros conocimientos. En momentos de miedo uno solo desea volver a aquel lugar donde puede resguardarse y conoce a la perfección. Luego de su partida quedó un sinsabor y era necesario empezarnos a ocupar y bloquear toda cabida que borrará el camino laborado hasta hoy; pues algo sí tenemos claro, si alguien va a acabar con la Paz, que sea el Estado y no nosotros.

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Con Federico que es nuestro líder, Adrián y Carlos unos universitarios con lineamientos del ideal socialista, organizamos una reunión con todas las personas que se quedarían a vivir en la ETCR. Compañeros, es necesario que miremos hacia el futuro y nuestro bienestar. Necesitamos empezar a producir y así mejorar la calidad de vida en este, nuestro nuevo hogar, dijo Federico al darle inicio a la reunión y continuo, todos aquí somos conscientes de los incumplimientos por parte del Estado pero no creo que estemos dispuestos a quedarnos de manos cruzadas… El fin esta reunión es proponer abrir un fondo comunitario, un fondo donde todos aportemos pero también del que todos recibiremos.

 

En ese momento se le estaban dando a cada excombatiente  $2´000.000, para que compraran lo necesario, como ropa, ollas, colchones, etc... así dar el paso a la vida civil y posteriormente se les darían $8´000.000, para la producción de los talleres productivos. Sabiendo que esos trámites no serían fáciles y que no recibirán el acompañamiento y muchos menos el apoyo por parte del gobierno, dieron el primer paso.

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Hemos vivido mucho tiempo sin cosas banales, podemos soportarlo un tiempo más, dijo Carlos. Luego Federico apoya diciendo, tenemos que unirnos y crecer por nosotros, por nadie más. Después de escucharlos por un largo tiempo se toma la decisión de abrir la cuenta en la que cada excombatiente aporta sus $2´000.000, con el fin de dar inicio a sus talleres productivos.

 

Empezaron los trámites y la inversión en unos colinos de piña, piscicultura, planta de yuca, plátano y con las ganancias recibidas optaron por crear su zapatería. El proceso no fue fácil, ningún banco estaba dispuesto a abrirles una cuenta en la que pudieran guardar el dinero generado de sus proyectos y eso hacía que el proceso se retrasara más y más. Pudimos construir un hotel junto a un restaurante para recibir a toda persona que deseara venir y conocer más de cerca nuestro proceso y poder mostrarle que ya no somos la cara de la guerra, somos cientos de caras de personas con ilusiones, sueños, familias y sobre todo con las ganas de construir una nueva historia para Colombia.

 

También organizamos una miscelánea, una panadería, la fritanguería, un supermercado comunitario donde todos aportamos a su crecimiento, un estanco donde nos reunimos una vez al mes y armamos nuestro parrandon y también donde tenemos la gallera de la que también recolectamos bastante dinero, ya que es una actividad que en el campo aún tiene mucho valor. Contamos también con un centro de cultura fariana, donde buscamos unir a niños y adultos por medio de obras, bailes, pintura, etc… y con una de las cosas más importantes, nuestra biblioteca Alfonso Cano.

 

No ha sido fácil… hemos salido adelante solo, todo lo que usted puede ver a nuestro alrededor es hecho con nuestro sudor y empeño. Pero es reconfortante ver a mis camaradas hacer cosas que nunca pensaron hacer. Muchos de los que estamos acá entramos a la guerrilla desde chinos, nunca nos imaginamos en el contexto colombiano poder tener nuestra casita, integrarnos con las personas como lo estamos haciendo y tener una vida tranquila sin andar corriendo de un lado a otro escondiéndonos.

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Estamos esperanzados pero a la misma vez decepcionados. Tenemos el empeño para seguir con este proceso pero también es necesario recibir el apoyo acordado por parte del Estado. Nosotros en medio de todo estamos bien, logramos organizarnos con nuestro dinero pero también pienso en aquellos compañeros de las otras ETCR que no lo han logrado, ¿cómo lo están pasando?, ¿qué están pensando?. El abandono no es la respuesta, no puede ser la estrategia para acabar algo por lo que tanto se luchó, la Paz.

 

Hoy 02 de mayo 2019, casi dos años después, las 300 personas que habitamos este Espacio territorial seguimos dispuestos a que las cosas cambien, seguimos con el corazón dispuesto y las puertas abiertas a que se cumplan los acuerdos y nos den la ayuda que corresponde o por lo menos que seamos visibilizados y no usados como una pantalla para políticos y líderes. Para todos nosotros el proceso ha sido más que difícil.

 

No pretendemos volver a las armas, ahora conocemos otras alternativas de vida, queremos que las personas crean en nosotros, que nos humanicen y juntos alcemos la mirada a lo que viene y no a lo que fue. Somos personas como ustedes, como cualquiera, es el momento indicado para unir fuerzas y construir el momento histórico más importante del país.

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